
Lo menos que podemos decir es que Occidente no escapa a ello. Tuvo también sus escuelas de sabiduría, aunque pronto fueron enterradas por la religiosidad que ellas habían pretendido, durante un tiempo, poner a distancia. Fe y razón, mythos y logos coexisten, y es a eso a lo que llamamos una civilización. Las nuestras se alimentaron, durante siglos, de trascendencia. ¿Cómo no iban a quedar marcadas por ella? El animismo está muerto en nuestros países. El politeísmo también. Pero no siento nostalgia alguna, ¡todo lo contrario! Es un primer paso, como muestra Max Weber, hacia la racionalización de lo real. La naturaleza está como vaciada de dioses: permanece el vacío del desierto, como decía Alain, y “ la formidable ausencia, presente por todas partes”. Ésta permanece bien viva.
(André Comte-Sponville, El alma del ateísmo, Paidós 2006, 211 páginas)
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