el delicado hedor, cegados
los ojos, sumido en avenidas
de voces, en callejas de barro,
tu cara alejada de mí, tus manos
deslumbradas en el placer
de tus muslos, ajena a mí,
a este éxtasis que te ignora,
hundido en el limo del pozo,
en vilo, descendiendo, aniquilado.
(Juan Antonio Masoliver Ródenas)
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