Pere Gimferrer, que en 1973 sería el descubridor editorial de Mendoza, dice de él: “Con su primera novela creó y ocupó un nuevo espacio en la narrativa española. Hasta entonces, la escena estaba dominada por dos corrientes. Dejando a un lado algunas individualidades importantes, y al otro lo comercial o lo obsoleto, quedaba una supervivencia tardía del social realismo y, junto a éste, una emergencia de la literatura textual experimental. Lo primero no le interesaba a Eduardo, ni a mí. Lo segundo, sí, pero no era nuestro tipo de escritura. En esa encrucijada, Eduardo halló su propio espacio y abrió nuevos caminos para la literatura en castellano, configurando su voz, y asimilando dentro de ella un lenguaje literario español que va por lo menos desde la picaresca y Cervantes hasta Valle-Inclán y Baroja, con huellas también, fuera ya del ámbito español, dickensianas.”
(Llàtzer Moix, Mundo Mendoza, Seix Barral 2006, 275 páginas)
(Llàtzer Moix, Mundo Mendoza, Seix Barral 2006, 275 páginas)
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