La biblioteca de mi barrio me ha prestado dos películas. La primera es Queimada (Pontecorvo, 1969): Marlon Brando es un agente inglés que viaja a la isla de Queimada para promover una rebelión contra sus gobernantes portugueses. La segunda es Paraíso: amor (Seidl, 2013): una austriaca de mediana edad va de vacaciones a un resort en Kenia; allí conocerá las delicias y las miserias del turismo sexual.
Caigo en la cuenta de que las dos películas hablan de lo mismo: la relación de Europa con el Tercer Mundo. En Queimada esa relación está marcada por la violencia. En Paraíso: amor la violencia no es necesaria. Hemos cambiado el derramamiento de sangre por el de fluidos genitales y alguna lágrima.
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