18/4/12

Evolución

Teilhard creía que la evolución se desarrolla en una dirección concreta e irreversible. Para comprender la naturaleza de ese movimiento no tenemos que echar la vista atrás hacia el origen de la vida y sus propiedades físicas, sino observar su producto más reciente: el propio Homo sapiens. La vida ha estado moviéndose en nuestra dirección en todo momento. El desarrollo de la vida muestra una predominancia, en continuo aumento, del espíritu sobre la materia. Con la aparición del hombre, la evolución ha alcanzado un punto crucial. Se ha acumulado el suficiente espíritu como para alcanzar la autoconciencia. De hecho, ha aparecido una nueva capa en la estructura concéntrica de la Tierra: «la superficie humana psíquicamente reflexiva... la noosfera». Hasta aquí, a pesar del progresivo aumento de espíritu, la materia ha dominado y los linajes evolutivos, a pesar de moverse en la misma dirección general, han sido constantemente divergentes. Pero la noosfera señala el comienzo del dominio del espíritu sobre la materia. La frágil noosfera se hará más gruesa.  La dirección de mil millones de años se verá invertida y los linajes conscientes (al menos en el seno de Homo sapiens)  empezarán a converger, al ir triunfando rápidamente el espíritu sobre la materia. La carrera hacia la convergencia debe concentrarse y acelerarse hasta que todo espíritu, más libre cada vez del lastre de la materia, se amalgame en un punto  único que Teilhard denominó Omega, identificado con Dios y, por lo que yo sé, concebido como una realidad, no como una metáfora o un símbolo. Y así, la evolución durante miles de millones de años, produjo tal vez un centenar de millones de especies de plantas, insectos y gusanos por el camino, todo para lograr, a través de una especie dotada de conciencia, la unión del espíritu con Dios en espléndida concentración en el punto Omega. Como el feto flotante que encarna la promesa del futuro al final de 2001: Una odisea del espacio, nosotros (o más bien nuestra capa espiritual, cada vez más gruesa, proyectada hacia lo alto) somos los herederos  y el propósito de toda vida anterior. ¿Qué puedo decir sobre semejante planteamiento? ¿Sería acaso excesivamente literal y mezquino decir que parece fracasar en sus únicos puntos de contacto comprobable con el registro fósil?

(Extractos de Nuestro lugar en la naturaleza de Stephen Jay Gould)

2 comentarios:

Manuel Marcos dijo...

Qué la noosfera nos proteja por siempre. El idealismo nos dejó sin respiración tantas veces, y aquí estamos, coronando a la inmunda rata neoliberal con nuevos Kinder`s Sorpresa. Me gusta Jay Gould, debo decir además que hasta éste momento sólo había oído campanas. Teilhard, si no fuera por el hábito,se diría que a grandes rasgos está más cerca de Marx que de Keynes. Saludos. Siempre atento a esta ventana de inusitada frescura.

J. L. dijo...

Gracias ,siempre bienvenido.

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