Mi hermana volvió a casa mordiéndose por dentro para no llorar. Encontró a mi madre en el comedor, con un traje dominical de flores azules que se había puesto por si el obispo pasaba a saludarnos, y estaba cantando el fado del amor invisible mientras arreglaba la mesa.
Gabriel García Márquez, Crónica de una muerte anunciada
Gabriel García Márquez, Crónica de una muerte anunciada
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