Me dijo que sólo los hombres desesperados o los que tenían una enorme ambición iban en busca de aventuras al extranjero: unos, con el propósito de elevarse, y los otros, para conquistar la fama por sus empresas fuera de lo común; que todas estas cosas estaban o muy por encima o muy por debajo de mí, siendo la mía una situación intermedia que bien podría considerarse como el nivel más elevado de la posición más baja y que, según él sabía por experiencia, era el mejor estado del mundo, el más adecuado a la felicidad humana, al no estar expuesto a las miserias y privaciones, a las penurias y sufrimientos propios de esa parte de la humanidad obligada al trabajo manual; ni al orgullo, el lujo, la ambición y la envidia que corroían a los miembros más encumbrados de la humanidad.
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(Presentación y apéndice de Emilio Pascual)