El turco es bueno y suave. Si no se le hostiga. Muy religioso. Se entra en la tienda de un turco cuando está haciendo sus oraciones, arrodillado en su tapiz, y no hay manera de que despache, ni siquiera de que le mire a uno. Entonces había en Constantinopla grandes disputas entre ellos. Se habían dividido en “Viejos turcos” y “Jóvenes turcos”, pero éstas eran ya cuestiones políticas, y yo nunca me he querido meter en política.
(Esto último me lo dice Martínez con un gran ademán desdeñoso.)
(Esto último me lo dice Martínez con un gran ademán desdeñoso.)