Homo bulla est, decían con tino los moralistas romanos. Pero ¿cómo no se iba a arriesgar y burbujear en plena cultura de consumo, en la que la aventura, la emotividad y el cambio forman su parte esencial? ¿Y cuando, además, la amoralidad, la corrupción y el fraude se extendieron como un carnaval de época? ¿Cómo no asumir cierta cantidad de riesgo cuando muchos lo hicieron, sonaba la orquesta y la fiesta inducía a la transgresión, la corrupción, la lenidad y los regalos del crédito? Tres cuartas partes de las necesidades que existen en el mundo -dice Kurt Heinzelman (La economía de la imaginación)- son románticas, están basadas en visiones, idealismos, esperanzas, vicios, pecados y afectos.
Vicente Verdú, El capitalismo funeral
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