27/5/12

Tú...



Tú que me tocas con el dedo diestro
Tú que lacras mi frente con tu marca
Tú que me pones cama en una barca
Tu duca, tu signore, e tu maestro


Tú eres mi astro y eres tú mi estro
Tú me has dado las llaves de tu arca
Tú el mar inmenso escancias en mi charca
Tu duca, tu signore, e tu maestro


Tú mi amigo mayor y mi alto espectro
Tú el consejero y único jerarca
Tú mago mío y mano de monarca
Tu duca, tu signore, e tu maestro 

(Carlos Edmundo de Ory: Lee sin temor )

20/5/12

Novelas de detectives


Cualquiera que tenga una educación sólida disfruta con las novelas de detectives, y hay incluso varios aspectos en los que éstas poseen una sana superioridad sobre la mayoría de los libros modernos. Una novela de detectives describe por lo general a seis personas vivas que discuten sobre cómo pudo morir alguien. Un libro de filosofía moderno describe por lo general a seis muertos discutiendo cómo es posible que alguien siga con vida.

(G.K. Chesterton: El detective divino)

13/5/12

La vida eterna


Y sin duda fue Hannah Arendt quien, respondiendo así a la doctrina del ser-para-la-muerte de su maestro y amante Heidegger, ofreció la alternativa más creíble y dinámica -pero sin ningún idealismo sobrehumano o sobrenatural- al agobio esterilizador del nihilismo: «El ciclo vital del hombre corriendo hacia la muerte llevaría inevitablemente todo lo humano a la ruina y la destrucción si no fuera por la facultad de interrumpirlo y comenzar algo nuevo, una facultad que es inherente a la acción como un permanente recordatorio de que los hombres, aunque deban morir, no han nacido para morir sino para comenzar». Aquí la palabra crucial, tan sencilla y conmovedora, tan contundente es nacer.

(Fernando Savater: La vida eterna)


6/5/12

Zizek vs. Milbank


El duelo intelectual entre un ateo y un creyente ha llegado a constituir una significativa tradición contemporánea. Pero, a pesar de existir una historia de antecedentes, nunca antes el género había propiciado el encuentro de dos figuras tan discrepantes como las que dialogan sobre la interpretación del cristianismo en The Monstrosity of Christ.  En una esquina, el filósofo esloveno Slavoj Žižek. En la otra, el teólogo británico John Milbank, impulsor desde el catolicismo anglicano de un proyecto de “ortodoxia radical”, para el que todo pensamiento ajeno a lo divino desemboca, en última instancia, en el nihilismo. Mientras Milbank afirma la imposibilidad de sostener cualquier ámbito temporal sin el reconocimiento de su participación en la eternidad de Dios, Žižek se propone el desarrollo de una “teología materialista” sin recurso a lo trascendente. La postura de Žižek parte de la aseveración de que la muerte de Dios no es una condición post-cristiana, sino la esencia del cristianismo. Quien muere en la cruz no es la Encarnación de Dios: es Dios mismo. Y el que muere es un Dios débil y disminuido, incapaz de intervenir en el mundo. El momento revelador es la exclamación de Cristo en la cruz: Dios mío, ¿por qué me has abandonado? La postura atea correcta no es entonces la lucha contra el teísmo ni la indiferencia hacia la religión sino el regreso a la creencia sin referencia a lo divino: “Sólo los ateos pueden creer de verdad.” En una dimensión, el proyecto de Žižek es, sencillamente, una nueva articulación de la gramática común a todas las teologías revolucionarias que, bajo diferentes signos políticos, han incendiado a los espíritus más radicales de los últimos tres siglos. Lo distingue, sin embargo, un rasgo fundamental: la voluntad de formular, desde el marxismo, el contenido liberador de la religión. En este cristianismo subversivo, la resurrección de Cristo es un signo de la resurrección material de la esperanza. La recuperación marxista de la religión no es una excentricidad ideológica ni un acto de oportunismo, sino una maniobra de autoconciencia histórica del marxismo con respecto a sus orígenes intelectuales. (Artículo completo)


El bebé de Miriám

Título: En el nombre de la madre ( In nome della madre ) Autor: Erri de Luca Año de aparición: 2006 Edición: Ediciones Siruela, 107 pági...