28/6/10

París: suite 1940

El 8 de octubre de 1940, CGR llegó a París procedente de Berlín. Tenía treinta y siete años y sólo disponía de un salvoconducto de quince días de duración. Después debía regresar a la capital del Reich. No lo hizo.

Se segunda escala berlinesa -la primera fue en 1933, también como corresponsal de ABC- había durado un año escaso: dos meses en un apartamento del Hotel Imperial, en 181 del Kurfürstendam y el resto en un piso del barrio de Charlotemburgo: el 36 de la Brandenburgischestrasse.

CGR lo describe como una casa lujosa, bien amueblada, de grandes proporciones, techos muy altos y “tres habitaciones comunicadas que se separaban por puertas dobles y corredizas”. En la tercera de esas habitaciones instaló su despacho-biblioteca.

En este piso -cuenta- “hubo siempre una habitación cerrada”. Una de las condiciones del contrato de alquiler era que esa habitación permaneciera siempre cerrada, advirtiendo que allí “se guardaban algunos cuadros importantes, entre ellos un Zurbarán”.


(José Carlos Llop, París: suite 1940, RBA 2007, 157 páginas)

Entre el ensayo y la novela, narra la estancia del escritor y periodista César González-Ruano en el París ocupado. La difícil redención de la cultura franquista.

26/6/10

París no se acaba nunca

Pero cuando unos años después, exactamente en febrero de 1974, volví a París -esa vez, aunque no lo sabía, no para quedarme cinco días sino dos años-, yo no era ya el mismo joven vanidoso de aquella mañana de lluvia y frío. Seguía siendo bastante idiota pero quizás no tan vanidoso y, por otra parte, había aprendido a ser ya algo astuto y prudente. Lo fui cuando una tarde, en la rue Saint-Benoît, mi amigo Javier Grandes, al que había ido yo a visitar -mejor será decir a espiar- a París, me presentó en plena calle a Marguerite Duras y ésta, sorprendentemente, a los pocos minutos -guiándose tal vez por la confianza que le inspiraba Javier- ya me había ofrecido esa buhardilla por la que antes de mí habían desfilado inquilinos más o menos ilustres de la bohemia y hasta incluso algún político, también ilustre. Porque en aquella buhardilla habían vivido antes, entre otros amigos de Duras, el mismo Javier Grandes, el escritor y dibujante Copi, la delirante travesti Amapola, un amigo del mago Jodorowsky, una actriz de teatro búlgara, el cineasta underground yugoslavo Milosevic, e incluso el futuro presidente Mitterrand, que en el 43, en plena Resistencia, se había ocultado allí dos días.

(Enrique Vila-Matas, París no se acaba nunca, Anagrama 2003, 233 paginas)


La típica ensalada de literatura de Vila-Matas, esta vez un poco más alegre.

22/6/10

Antón Chéjov

Su padre era un hombre despótico, colérico, de humor cambiante y de una sórdida avaricia, fruto de las dificultades económicas, pero también de su enfermizo apego al poco dinero que le daba la tienda. Era un hombre devoto. El dinero y las prácticas religiosas dominaban sus pensamientos y sus días. La madre era una mujer sumisa, resignada y apática, exhausta por los embarazos seguidos, consumida por las preocupaciones. No hacía más que contar mentalmente el poco dinero del que disponían para sacar adelante la familia, no con la morbosa intensidad de su marido, sino con el terror de una liebre perseguida.

(Natalia Ginzburg, Antón Chéjov, Acantilado 2006, 83 páginas)

20/6/10

El dia de l'ós

L'estació de Perpinyà li sembla petita com una capsa de llumins, a penes més freqüentada que una andana de metro de Barcelona; es vol convèncer que no li provoca ni sorpresa ni nostàlgia. Caminant cap a la sortida, fa veure que no escolta la gent que parla francès amb l'accent neutre dels funcionaris. La cantarella de per aquí també es mor, pensa, i somriu perquè sembla que es faci il.lusions. Sap que no se n'ha de fer, però fins aquell moment no s'havia adonat de veritat que durant uns quants dies haurà de canviar de llengua i anar amb compte que ningú del seu poble no remarqui que sap parlar com els d'allà baix.

(Joan-Lluís Lluís, El dia de l’ós, La Magrana 2004, 107 páginas)

19/6/10

Mundo Mendoza

Pere Gimferrer, que en 1973 sería el descubridor editorial de Mendoza, dice de él: “Con su primera novela creó y ocupó un nuevo espacio en la narrativa española. Hasta entonces, la escena estaba dominada por dos corrientes. Dejando a un lado algunas individualidades importantes, y al otro lo comercial o lo obsoleto, quedaba una supervivencia tardía del social realismo y, junto a éste, una emergencia de la literatura textual experimental. Lo primero no le interesaba a Eduardo, ni a mí. Lo segundo, sí, pero no era nuestro tipo de escritura. En esa encrucijada, Eduardo halló su propio espacio y abrió nuevos caminos para la literatura en castellano, configurando su voz, y asimilando dentro de ella un lenguaje literario español que va por lo menos desde la picaresca y Cervantes hasta Valle-Inclán y Baroja, con huellas también, fuera ya del ámbito español, dickensianas.”

(Llàtzer Moix, Mundo Mendoza, Seix Barral 2006, 275 páginas)

15/6/10

La leyenda negra

En el punto de partida, se trata de una reacción contra el imperialismo de España o, más exactamente, de la Casa de Austria, cuya rama principal se encontraba en España. Ése es el tipo de reacción que suscita el éxito: en determinado momento de su historia, España ocupó una posición dominante en Europa e incluso en el mundo, lo que le granjeó prestigio: se admiraban su dinamismo, su prosperidad y sus éxitos, pero se temían las consecuencias que esa hegemonía podía acarrear: se veía en ella una amenaza para la independencia de las otras naciones; se consideraba que había que defenderse no sólo por medios diplomáticos -participando en coaliciones, por ejemplo-, sino también mediante una propaganda destinada a desacreditar al adversario. Esa situación no tenía nada de original: todas las naciones con aspiraciones hegemónicas suscitan el rechazo, la envidia, los sarcasmos, el odio... En el pasado, la víctima era la España de los Habsburgo; en la actualidad, los Estados Unidos de América. Así, pues, ese aspecto de la leyenda negra es la contrapartida de la expansión de la nación de que se trate; no se puede por menos de admirarla, pero al mismo tiempo se la detesta.

(Joseph Pérez, La leyenda negra, Gadir 2009, 253 páginas)

14/6/10

Escritos corsarios

Ningún centralismo fascista ha logrado lo que el centralismo de la civilización de consumo. El fascismo proponía un modelo, reaccionario y monumental, que luego se quedaba en letra muerta. Las culturas particulares (campesinas, subproletarias, obreras) seguían obedeciendo, imperturbables, a sus modelos antiguos. La represión se limitaba a obtener su adhesión de palabra. Hoy, por el contrario, la adhesión a los modelos propuestos por el Centro es total e incondicional. Se reniega de los modelos culturales reales. La abjuración es un hecho. Se puede decir, por lo tanto, que la “tolerancia” de la ideología hedonista implantada por el nuevo poder es la peor de las represiones de la historia humana.

(Pier Paolo Pasolini, Escritos corsarios, Ediciones del Oriente y del Mediterrráneo 2009, 293 páginas)

8/6/10

Parménides

La vida de escritor era una vida de sueños. ¿Y por qué ahora había escrito, en un rato, y el mismo día en que había decidido hacerlo, un poema tan largo y elaborado, que no era para él, que no sería suyo, que no significaba nada para él? La respuesta estaba a la vista: no había hecho más que enfilar frases hechas y obviedades, no pendía sobre él la espada de lo definitivo, no debía preocuparse por las críticas, ni siquiera por la suya. Así era fácil escribir. Pero ¿no debería ser fácil siempre? ¿Por qué antes no se le había ocurrido un modo de hacerlo fácil?

Todas estas dudas, y otras más que las rondaban como los famosos astros en los consabidos anillos del éter, se desprendían de la insólita sospecha de que hubiera escrito algo bueno sin querer. La mera idea era desestabilizadora. Porque no lo había escrito “en serio”. Había sido algo así como la redacción de una trampa, o más bien un señuelo. Las intenciones no habían sido poéticas ni por un segundo. Pero quizá le faltaba aprender eso: que las intenciones no contaban. Quizá escribir era siempre escribir, y la calidad se decidía en otra órbita.


(César Aira, Parménides, Mondadori 2006, 125 páginas)

6/6/10

Breve historia del sionismo

Cuando Hitler pasaba hambre en Viena soñando con ser artista, cuando una década después el mismo sujeto ejercía de oscuro agitador de cervecería en Munich, cuando Auschwitz resultaba aún inimaginable, el sionismo era ya un movimiento político que movilizaba las esperanzas de emancipación colectiva de cientos de miles de individuos por todo el mundo, y empujaba a una porción creciente de éstos hacia las más bien inhóspitas playas de Palestina.

(Joan B. Culla, Breve historia del sionismo, Alianza Editorial 2009, 339 páginas)

3/6/10

La mirada inocente

-¡Mierda! ¡Este maldito orinal vuelve a estar lleno!

El que gritaba era un cochero, que cada noche traía dos litros de vino tinto en el bolsillo del capote. Gabrielle y él no se acostaban enseguida, sino que se sentaban en la cocina, acodados a la mesa, a la luz de la lámpara de petróleo, y hablaban a media voz mientras se bebían el vino. Cuando la madre empezaba a reírse, significaba que enseguida se irían a la cama.

Bajaban la mecha de la lámpara, que no tardaba en apagarse, y la habitación tan sólo quedaba iluminada por la farola de la acera de enfrente. Como estaban en el primer piso y la Rue Mouffetard no era muy ancha, había bastante claridad. El hombre, en mangas de camisa y con calzón largo, levantaba el orinal que los chiquillos habían llenado.

-¡Mierda! ¡El puñetero orinal…!

Abría la ventana y lo volcaba sobre la calle mientras Gabrielle se tronchaba de risa. Ella lo vaciaba en la pila de la cocina y luego dejaba correr el agua.

(Georges Simenon, La mirada inocente, Tusquets 2003, 250 páginas)

A Simenon se le daban bien los ambientes sórdidos. La obra de un novelista profesional (en el buen sentido). Muy buena.

1/6/10

El olor de la India

Miré a Muti Lal, que seguía sonriendo dolorosamente, y le dirigí la palabra. Nos presentamos, y él en seguida me contó todo de sí mismo, como lo hacen los muchachos de todo el mundo. Provenía de Pattali, en la provincia de Eata, donde tenía familia. Trabajaba como dependiente en una tienda de Gwailor. Junto con algunos compañeros, dormía en las aceras. Era brahmán, tal como la desinencia de su nombre ya me había hecho suponer. Su piel era clara, casi blanca, y sus rasgos eran los mismos, algo inseguros y delicados, de un muchacho burgués europeo. Efectivamente, sabía leer y escribir, y, más aún, también debía haber frecuentado alguna high school: se iluminó todo cuando se enteró de que yo era un periodista, quiso conocer el nombre del periódico en el que publicaría mis artículos sobre la India, y ansiosamente me preguntó si también escribiría la “historia” de nuestra velada. Por lo tanto, era un burgués.

(Pier Paolo Pasolini, El olor de la India, Península 2006, 119 páginas)

El bebé de Miriám

Título: En el nombre de la madre ( In nome della madre ) Autor: Erri de Luca Año de aparición: 2006 Edición: Ediciones Siruela, 107 pági...