30/5/10

Tsugumi

Desde el día en que nació, Tsugumi fue una niña de salud muy delicada, y sufría muchas recaídas. Dado que los médicos le dieron pocos años de vida, la familia se preparó para lo peor. Ni que decir tiene que su entorno la malcrió, y su madre recorrió con ella todos los hospitales de Japón, no escatimó esfuerzos por alargarle la vida, siquiera un poco. De modo que, cuando empezó a andar, ya tenía un carácter muy rebelde, y el hecho de que fuera lo bastante fuerte como para llevar una vida más o menos normal no hizo más que agravarlo. Tsugumi era mala, deslenguada, egoísta, consentida y retorcida. Cuando, instantes después de soltar una de sus inconveniencias en el momento más inoportuno, adoptaba aquel aire triunfal, era la vida imagen del diablo.

(Banana Yoshimoto, Tsugumi, Tusquets 2008, 186 páginas)

Escrita en 1989, cuando la autora tenía 25 años. No es una Amélie Nothomb japonesa. Se deja leer.

28/5/10

La pell freda

Tot aprofitant la meva estada en un indret tan inhòspit, els russos de la universitat de Kíev em demanaven que fes un experiment biològic. Per raons que no vaig acabar d’entendre, l’illa ocupava unes coordenades ideals per a la proliferació dels rosegadors menors. El que em proposaven era que criés una raça nana i llanuda de conills siberians, molt apta per al clima. Si tenia èxit, els vaixells que hi recalessin podrien trobar carn fresca. Respecte a això m’havien deixat un parell de llibres, on amb gran desplegament gràfic s’instruïa els perits sobre les atencions que requerien els conillets llanuts. Però jo no duia cap gàbia ni cap conill, llanut o pelat. Vaig recordar, això sí, la rialleta del cuiner del vaixell cada vegada que el capità i jo el felicitàvem per aquells estofats, i que en el menú figuraven sota l’ epígraf “conill rus a la salsa de Kíev”.

(Albert Sánchez Piñol, La pell freda, La campana 2002, 307 páginas)

Una novela de aventuras que hace recordar a Conrad o Verne. Interesante (a pesar de las erratas).

23/5/10

El cantante de boleros

A las cuatro y media me planto cargado como un burro delante de la puerta de una clienta que se llama Carmen y que siempre nos mete prisas. Toco tres veces el timbre y tarda un poco en responder. Eso me jode bastante, pero cuando abre la puerta me recibe en bragas y sujetador. Hace calor pero tampoco hay para tanto. Me hace pasar al comedor y mientras avanzamos por el pasillo dice que el calor la está volviendo loca. Luego me guiña el ojo y me invita a una cerveza. Le sobran los michelines por todas partes, así que le doy la primera excusa que se me ocurre y escabullo el bulto.

Sobre esta mujer circulan por el barrio muchas historias. Vive al otro lado de la calle, mi balcón queda a la misma altura que su retrete y más de una vez la he visto asomarse por la ventana con la cabeza llena de rulos y las tetas al aire.

(Javier Tomeo, El cantante de boleros, Anagrama 2005, 177 páginas)

Otro de los inadaptados inquietantes de Tomeo. Como una ducha fría: desagradable pero tonifica.

22/5/10

Mil cretins

El Brugat era de la mena de persones que sobreviu amb mínims, l’individu menys interessat a tenir fills que he conegut mai; i n’he conegut molts. Quan li vaig dir que amb la Lolita havíem decidit tenir un fill em va dir: “¿Aleshores, va de debò?”. Uns quants anys després, un cop que ens vam trobar pel carrer quan jo tornava de recollir el nen a l’escola i vam seure en un bar a fer un got, mirava el meu fill amb una cara gairebé tan d’extraterrrestre com la de Pere Gimferrer un dia que vam compartir taxi de tornada a Barcelona des d’un plató en una ciutat de l’extraradi on havíem gravat un anunci de promoció de la lectura. Gimferrer se’l mirava amb els ulls molt oberts, l’assenyalava amb el dit i em deia, com si volgués verificar-ho: “És un nen”.

(Quim Monzó, Mil cretins, Quaderns Crema 2007, 174 páginas)

Monzó ha descubierto la vejez y no le ha gustado. Se hace corto.

20/5/10

Nocilla dream

Uno de los problemas más grandes a los que se enfrentan los hoteles es el hurto de pequeños objetos. Se calcula que las grandes cadenas hoteleras pierden al año más de medio millón de toallas, pérdida que ya dan por asumida, al igual que bolígrafos, ceniceros, champú, kits de costura, cepillos de dientes y todo tipo de artículos de baño. Pero también desaparecen vajillas y cuberterías casi al completo, picaportes, toalleros, espejos, juegos de cama, lámparas de diseño, centros de flores reconvertidos en un buen regalo de última hora, plantas con su macetero, alfombras y teléfonos fijos. A cambio, los clientes se olvidan relojes, loros que hablan varios idiomas, urnas con las cenizas de un ser querido, pendientes, collares, lencería de alta calidad, brazos ortopédicos, lentillas, muñecas hinchables, libros de toda clase, juguetería adulta diversa, informes de los servicios secretos de varios países, y hasta cocodrilos vivos dentro de maletas de piel cocodrilo.

(Agustín Fernández Mallo, Nocilla dream, Ed. Candaya 2007, 217 páginas)

Fernández Mallo nos ha leído el pensamiento: nociones de saber útil envueltas en mitología norteamericana de teleserie.

18/5/10

Chico de barrio

La noche misma del 10 de junio, después del anuncio de la guerra, sonaron las sirenas de alarma. Mi madre, en la obscuridad del cuarto, preguntó en voz baja a mi padre: “¿Debemos despertar a los niños?”. “Vamos a esperar. Puede ser sólo una prueba. También lo hacían así en la otra guerra.”


De fuera llegaban voces incomprensibles., Después alguien gritó con claridad: “¡Apaguen esas luces!”. Oí a mi madre levantarse de la cama y, sin encender la luz, ir a fisgar por la ventana. Las voces iban en aumento. Entonces abrió la puerta y se asomó al corredor.

Así pude distinguir perfectamente lo que se decían de una parte a otra del patio:

“Pero, ¡si los refugios no están aún listos!”

“De todos modos, ¡en el sótano estamos más seguros!”

“¿Ah, sí? ¿Tal vez para acabar como las ratas!”

Todos hablaban con tono normal, sin tener en cuenta la noche, como si de repente se hubiese hecho de día. Aquella repentina animación me pareció algo innatural y entonces tuve por primera vez una sensación que nunca había experimentado y pensé que aquélla debía de ser precisamente la sensación de la guerra.

(Ermanno Olmi, Chico de barrio, Libros del Asteroide 2009, 181 páginas)

16/5/10

Ampliación del campo de batalla

Me como una torta de frijoles, y Jean-Pierre Buvet me habla de sexualidad. Según él, el interés que nuestra sociedad finge experimentar por el erotismo (a través de la publicidad, las revistas, los medios de comunicación en general) es totalmente ficticio. A la mayoría de la gente, en realidad, le aburre enseguida el tema; pero fingen lo contrario a causa de una estrafalaria hipocresía al revés.

Llega al centro de su tesis. Nuestra civilización, dice, padece un agotamiento vital. En el siglo de Luis XIV, cuando el apetito por la vida era grande, la cultura oficial enfatizaba la negación de los placeres y de la carne: recordaba con insistencia que la vida mundana sólo ofrece satisfacciones imperfectas, que la única fuente verdadera de felicidad está en Dios. Un discurso así, afirma, no se podría tolerar ahora. Necesitamos la aventura y el erotismo, porque necesitamos oírnos repetir que la vida es maravillosa y excitante; y está claro que sobre esto tenemos ciertas dudas.

(Michel Houellebecq, Ampliación del campo de batalla, Anagrama 1999, 174 páginas)

14/5/10

Los culpables

No contesté porque en ese momento empezaba una carrera de Fórmula 1 y yo quería ver a Schumacher. La vida de Schumacher no es como los guiones de Woody Allen: él sabe dónde está la meta. Cuando me conmovió que Schumacher donara tanto dinero para las víctimas del tsunami, Cata dijo: “¿Sabes por qué da tanta lana? De seguro le avergüenza haber hecho turismo sexual allá.” Hay momentos así: Un hombre puede acelerar a trescientos cincuenta kilómetros por hora, pude ganar y ganar y ganar, puede donar una fortuna y sin embargo puede ser tratado de ese modo, en mi propia cama. Vi el fuete de montar con el que salgo al escenario (sirve para espantar las flores que me avientan). Cometí el error de levantarlo y decir: “¿Te prohíbo que digas eso de mi ídolo!” En un mismo instante, Cata vio mi potencial gay y sadomasoquista: “¿Ahora resulta que tienes un ídolo?”, sonrió, como anhelando el primer fuetazo. “Me carga la chingada”, dije, y bajé a la cocina a hacerme un sándwich.

(Juan Villoro, Los culpables, Anagrama 2008, 164 páginas)

12/5/10

El alma del ateísmo

Buda no afirmaba la existencia de ninguna divinidad, y es dudoso que las palabras “sagrado”, “sobrenatural” o trascendente” hubieran aludido, tanto para él como para sus adeptos, a una realidad cualquiera. Pero está claro que el budismo histórico, en sus diferentes corrientes, se ha convertido en una religión, con sus templos, sus dogmas, sus ritos, sus oraciones, sus objetos sagrados o pretendidamente sobrenaturales. Lo mismo sucedió, o poco menos, con el taoísmo y el confucianismo. ¡Qué sabiduría en el origen! ¡Cuántas supersticiones con el paso de las épocas! La necesidad de creer tiende a prevalecer, casi en todas partes, sobre el deseo de libertad.

Lo menos que podemos decir es que Occidente no escapa a ello. Tuvo también sus escuelas de sabiduría, aunque pronto fueron enterradas por la religiosidad que ellas habían pretendido, durante un tiempo, poner a distancia. Fe y razón, mythos y logos coexisten, y es a eso a lo que llamamos una civilización. Las nuestras se alimentaron, durante siglos, de trascendencia. ¿Cómo no iban a quedar marcadas por ella? El animismo está muerto en nuestros países. El politeísmo también. Pero no siento nostalgia alguna, ¡todo lo contrario! Es un primer paso, como muestra Max Weber, hacia la racionalización de lo real. La naturaleza está como vaciada de dioses: permanece el vacío del desierto, como decía Alain, y “ la formidable ausencia, presente por todas partes”. Ésta permanece bien viva.

(André Comte-Sponville, El alma del ateísmo, Paidós 2006, 211 páginas)

9/5/10

Zona fría

La casa donde, una semana después de que el cirujano hubiese movido la cabeza con amargura y le hubiera recosido otra vez el abdomen, había atormentado a su nuera de mayor confianza sobre la idea de una vida después de la muerte, y mi cuñada había confesado que, en términos de pura logística, le había parecido un concepto exagerado, y mi madre, conviniendo con ella, había puesto un veto, por así decirlo, a la cuestión “Decidir sobre la vida después de la muerte”, y continuado su lista de cosas por hacer, con su pragmatismo habitual, abordando otras tareas que su decisión había vuelto más urgentes que nunca, como “invitar a casa uno por uno a los mejores amigos y despedirse de ellos para siempre”. Era la casa desde la que, una mañana de sábado de julio, mi hermano Bob la había llevado a su peluquero, que era vietnamita y asequible y que la recibió con las palabras “Oh, señora Fran, señora Fran, qué mala cara”, y al que había vuelto una hora después para terminar de acicalarse, porque estaba gastando sus millas de viajero frecuente, largo tiempo acumuladas, en dos billetes de primera clase, y un vuelo en primera era una ocasión para emperifollarse, lo cual también se traducía en sentirse mejor que nunca; bajó de su dormitorio vestida para la primera clase, dijo adiós a su hermana, que había viajado desde Nueva York para garantizar que la casa no estuviera vacía cuando mi madre la abandonase -que alguien se quedaría al cuidado-, y se fue al aeropuerto con mi hermano y voló al noroeste del Pacífico para el resto de su vida.

(Jonathan Franzen, Zona fría, Seix Barral 2008, 237 páginas)

6/5/10

El callejón de los milagros

-No digas nunca que te aburres. El aburrimiento es señal de falta de fe en Dios. Significa que uno está harto de la vida. Y la vida es un don divino. ¿Cómo puede un creyente encontrarla aburrida o pesada? Me dirás que estás cansado de eso o de lo otro. Pero eso y lo otro vienen de Dios. No te rebeles contra los actos del Creador. Todo posee su belleza y su sabor, pero la amargura de un alma puede echar a perder los más sabrosos manjares. Hazme caso, el sufrimiento tiene su parte alegre, la desesperación también es dulce y la muerte no carece de sentido. Todas las cosas son hermosas, todo sabe bien. ¿Cómo podemos aburrirnos con el cielo azul, la hierba verde, las flores perfumadas, con la maravillosa capacidad de amar que tiene el corazón y ante la infinita fuerza del espíritu para creer? ¿Cómo es posible aburrirse en un mundo en que están los seres que amamos, que admiramos, que nos aman y que nos admiran? Invoca a Dios contra el demonio maligno y no digas que te aburres…

Tomó un sorbo de té con canela y prosiguió:

-A la desgracia hay que enfrentarse con amor: él nos consolará y nos devolverá la alegría. El amor es el mejor remedio. En los pliegues del infortunio se esconde la felicidad, como el diamante en la grieta de la mina. Dejémonos instruir por la sabiduría del amor.

(Naguib Mahfuz, El callejón de los milagros, Martínez Roca 1988, 299 páginas)

2/5/10

No es país para viejos

En la interestatal divisó un turismo Ford último modelo ocupado únicamente por el conductor y encendió las luces y dio unos toques de sirena. El coche se arrimó al arcén. Chigurh se detuvo detrás y apagó el motor y se echó el depósito de aire al hombro y se apeó. El hombre lo estaba observando por el retrovisor.

¿Qué ocurre, agente?, dijo.

¿Quiere hacer el favor de bajarse del vehículo?

El hombre abrió la puerta y salió del coche. ¿De qué se trata?, dijo.

Apártese del vehículo, por favor.

El hombre obedeció. Chigurh distinguió la sombra del recelo en sus ojos ante aquel individuo manchado de sangre, pero ya era tarde. Puso la mano sobre la cabeza del hombre como un curandero. El silbido neumático y el clic del percutor sonaron como una puerta la cerrarse. El hombre cayó al suelo sin emitir sonido alguno. Tenía un agujero redondo en la frente del que salía sangre a borbotones, sangre que le entró en los ojos llevándose consigo el mundo visible que se desgajaba lentamente. Chigurh se limpió la mano con su pañuelo. No quería que ensuciaras el coche de sangre, dijo.

(Cormac McCarthy, No es país para viejos, Literatura Mondadori 2006, 242 páginas)

El bebé de Miriám

Título: En el nombre de la madre ( In nome della madre ) Autor: Erri de Luca Año de aparición: 2006 Edición: Ediciones Siruela, 107 pági...